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10 de mayo de 2011

La banalización de la violencia en el trabajo

Me trasmitía ayer mi compañera penalista Barbara Román una sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, en la cual, se declaraba la improcedencia el despido de un trabajador que había agredido verbal y ficamente a su jefe, despues de que este le hubiera llamado "tonto y gilipollas". La contestación del empleado consistió en coger a su jefe por la camisa, llamarle "hijo de puta", y amenazarle con machacarle, matarle y enterrarle....como vemos un ambiente laboral muy sano.

Con semejante pronunciamiento judicial habrá opiniones para todos los gustos, pero lo cierto es que cuando en un centro de trabajo se llega a semejante nivel de enfrentamiento todos son culpables, el jefe que insulta previamente, el trabajador que pierde el control de sus actos llegando a amenazar de muerte al superior, por qué no decirlo, los dueños de la empresa que han tolerado esas actuaciones previamente, los compañeros que no han sido capaces de reconducir la situación, y así hasta el infinito y más alla.

Jurídicamente la decision del Tribunal es correcta al existir una provocación previa, aunque la respuesta sea deshorbitada no cabe utilizarla para motivar un despido procedente, que de no haber mediado provocación no daría lugar a la actuación posterior del trabajador, bajo la cual se pretende ejecutar el despido. Lo más correcto, en mi humilde opinión, y siempre juridicamente hablando, sería que se presentaran sendas denuncias penales por insultos y amenazas entre los participantes en el enfrentamiento, y que por parte del dueño de la empresa, se impusiera al trabajador una sanción de suspensión de empleo y sueldo ante la gravedad de su respuesta.

Pero una empresa no necesita respuestas jurídicas ni pleitos, por mucho que los abogados vivamos de ello, ni denuncias cruzadas, ni abrir expedientes disciplinarios, una empresa necesita respeto entre quienes la componen, estabilidad para llevar a cabo su proyecto, capacidad de colaboración y una correcta planificación del trabajo, pues de ello depende la prosperidad de la empresa, y en consecuencia, la prosperidad de quienes la integran.

El peligro, más allá de lo que pueda decir la sentencia, es la banalización de la violencia en nuestra sociedad, violencia que observamos en el deporte, en la política, en la familia, en el colegio, y como no podía ser de otro modo, en el trabajo. ¿Es realmente esta sociedad la que queremos?

Os dejo el enlace de la sentencia por si quereis conocerla más en detalle: www.expansion.com/2011/05/08/juridico/1304890346.html

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